INTERVENCIÓN DE INVISIBLES EN MAREA BLANCA-REINA SOFIA 14/12/2014

Soy Mariangel, tengo 20 años y 2 hijos. Mi niña de 5 años tiene encefalopatía hipóxica. Vivo en una casa con la luz, el agua y el gas cortados por impago. Y para ellos, soy invisible.

Soy Aurora. Una vez tuve un restaurante. Ahora no tengo ningún ingreso. Durante mucho tiempo mi único alimento diario era un paquete de salchichas que costaba un euro. Estoy recuperándome de un cáncer. El 15 de enero me quieren desahuciar de mi casa. Y para ellos, soy invisible.

Soy Silvia. Tengo 2 hijas menores de edad. Estoy en paro. Vivo en una casa okupada. Tengo una depresión fuertísima. Sigo adelante por mis niñas. Y para ellos, soy invisible.

Soy Carmen, tengo 81 años. Vivo con una pensión de 360 euros. Padezco una artrosis crónica. El trabajador social me dice que no cumplo los requisitos para recibir una ayuda económica. Para ellos, soy invisible.

Soy Olvido. Tengo 2 hijas. Mi marido no trabaja desde hace mucho tiempo. Se pasa todo el día encerrado en casa. Toma muchas pastillas contra la ansiedad y la depresión. Yo limpio un teatro. Gano 250 euros. En servicios sociales me han dicho que ya me han ayudado bastante y que no van a hacerlo más. Para ellos, soy invisible.

Soy Karim. Me vine a España buscando una vida más digna. Trabajo de lo que puedo, jardinero, pintor o albañil. Este verano fui a urgencias porque me dolía mucho el vientre. Me dijeron que tenía una hernia inguinal y que tenían que operarme. He empezado a hacer trámites para tener la tarjeta sanitaria, pero en todos los sitios me dicen que no tengo derecho. Para ellos soy invisible.

Soy Ángela. No estoy en paro. Soy trabajadora a tiempo parcial y gano 350 euros. Es el único ingreso de mi familia. Estoy recién operada y tengo muchos dolores. No puedo pagar los medicamentos que me alivien. Y para ellos, soy invisible.

Soy Yolanda. Sobrevivo con los 150 euros que gano limpiando un par de casas. Tengo vivienda porque una persona solidaria de la Asociación de Vecinos me ha cedido una que él no necesita. Cada vez que voy a los servicios sociales tomo tranquilizantes para intentar soportar cuando la trabajadora social me grita que “lo que quiero es vivir del cuento”. Eso me hunde aún más. Para ellos, soy invisible.

Estos no son historias inventadas. Lo que cuento son solo fragmentos de nuestra vida cotidiana. Son ocho, pero podían ser cientos, miles, decenas de miles en mi barrio Tetuán. O en el resto de la ciudad, o de todo el estado.

Todo lo más, nos dicen que estamos enfermos. Que tenemos depresión o ansiedad o trastornos en la conducta. Pero no tenemos ninguna enfermedad. Lo que padecemos es una condena a ser invisibles.

Nos quieren invisibles porque así no existimos y no podemos tener ni exigir derechos. Pero estamos hartos. Desde lo más hondo de nuestra dignidad vamos a pedir respeto. Vamos a luchar por nuestros derechos. Vamos a gritar que existimos, que sufrimos, que soñamos con una vida que vivir.

Es por eso que, juntos, organizados y apoyándonos nos negamos a seguir siendo invisibles

Gracias por escucharnos.

Texto de la intervención

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